TEXTOTECA: Autobiografías como lectores

Autobiografía como lector: Gabriel Echegaray

Reflexionando sobre la tarea de la lectura y sus comienzos en mi memoria, tengo recuerdos fehacientes de una noción más enciclopedista. Por un lado, durante las vacaciones en casa de mi abuela tenía a mi alcance libros que no lograba entender del todo pero si leía bastante. Mi abuela tenía una biblioteca de libros grandes, tapa dura y de color verde oscuro tipo diccionarios. En ellos leía sobre plantas medicinales y sus usos para curar. Esto me llamaba la atención porque siempre había una hierba para cualquier padecimiento en la casa de mis abuelos.
Por otro lado, en la casa de mis padres, nos llenaban de enciclopedias, diccionarios y suplementos, pero lo que más llamó mi atención fue un libro llamado “Diccionario para chicos”. En él se hacían preguntas por orden alfabético al estilo de “El libro gordo de Petete” y las respuestas a la vez que enseñaban sobre los significados también se podían leer e interpretar fácilmente por las explicaciones claras y originales.
En la primaria, me interesaron mucho las historietas y una de mis favoritas era “El tío rico”, una historieta de Disney.



En la secundaria, aparte de leer lo que nos pedían los docentes, me cautivó en especial el libro “Verónica decide morir” de Paulo Coelho. 



Claramente puedo ver que en esta etapa de mi adolescencia ya se empezaba a marcar una visión diferente de la literatura. La propia etapa de la adolescencia nos hace buscar lugares únicos, historias afines, refugios.
Posteriormente, me dediqué a ser muy crítico y a leer de todo un poco. Creía que me perdía del conocimiento si no aprovechaba cada lectura y de cualquier género o tipo.
Cuando ingresé a la universidad pude obtener otro concepto de la literatura y descubrir plurisignificaciones de ella, de sus formas y de sus estilos. Comprendí que había tenido los ojos cerrados y que el arte literario nos revela las caras y caretas de la humanidad.
Cómo no enamorarse del dolor con Alfonsina y su poema “Voy a dormir”; cómo no transgredir lo establecido con Juana Inés y “Hombres necios; cómo no viajar a través de las intertextualidades y los símbolos con Borges y “Arte poética”; o no observar en la cotidianidad lo fantástico con Cortázar y “Continuidad de los parques”.
Más que canónicos o tradicionales, más que clásicos o modernos, todas las obras literarias y sus autores nos conmueven hasta la catarsis, hasta la deconstrucción de nuestras conceptualizaciones, nos modifican hasta las células.


¡Advertencia! Luego de la lectura de una obra literaria, ya no serás quien eras, serás otro, estarás un poco más completo, un poco más cerca del arte!



Autobiografía como lectora: Bianca A. Calderón 
¿Cómo vivir en la realidad sin la ficción? Todos tenemos algún tesoro, el mío es un libro: El principito. Sin animo de ser cliché, este libro fue un antes y un después en mi vida. Lo leí a los once, me los regaló mamá. Mamá siempre fue loca por lectura, por sus libros. Hoy mi biblioteca es muy diferente a la de ella, pero ¿acaso no es lo mismo en última instancia? Los clásicos son los nuestros, son los libros que elegimos leer y releer una y otra vez. No creo en la mala o buena literatura, hay literatura para cada uno de nosotros y eso es lo mágico. 
Aun no me he presentado... Mi nombre es Bianca A. Calderón y soy estudiante de Letras de 4to año de la Facultad de Filosofía y Letras. Tengo 23 pirulos. He leído mucho, pero les soy sincera no me acuerdo ni la mitad de los libros que he leído. Supongo que es a causa de mi pésima memoria y de que esto es como ver películas de alguna forma ¿nunca les ha pasado que no se acuerdan que han visto una película hasta que comienzan a verla?  Bueno, eso. 
Mi trayectoria educativa fue en los colegios de la UNCuyo durante este período quise ser médica, abogada, veterinaria, médica forense, profesora de filosofía, atleta y hasta compositora. Menos mal que cuando somos adolescentes podemos cambiar, actuar diferentes papeles, podemos ensayar, al fin y al cabo solo es nuestra obra. De mi secundario salí creyéndome  ingeniera pero eso terminó prontamente. Rendí ingreso, entré. El mismo día que me recibieron en la Facultad de Ciencias Agrarias afirmé muy convencida: "Quiero leer, escribir un libro y tocar la guitarra, esto no es lo mío". De esa forma, llegué a la Facultad de Filosofía y Letras mientras la lluvia caía a torrentes (muy de película ¿no?), entre como toda una heroína que había luchado por su destino y en la entrada una señora de lentes, regordeta y petisa dijo: "ya terminaron las inscripciones, volvé a fin de año". 
Ya había leído algunos libros pero con horas de sobra leí muchos más. Les ejemplificó: Leí 100 años de soledad, de Gabriel García Marquéz en tres días.  Incursioné en talleres literarios. En este tiempo fueron publicados tres cuentos míos. Me gustaba mucho el género detectivesco, aún me sigue gustando. Alabado sea Sir Conan Doyle. Bueno, en mi historia hay muchos libros pero nombrarlos a cada uno sería una tarea imposible debido a mi memoria de pez. 
En la Facultad conocí muchos autores desde autores de mi país hasta autores extranjeros. Autores de los más variados en temas y de época. Algunos libros que leí no eran lo mío pero wow los que sí qué placer conocerlos. ¿Si me falta leer? Un montón, nunca vamos a alcanzar a leer toda la literatura que existe y eso es espectacular (en este punto cabe preguntarse de todas maneras qué es la literatura para cada uno). La literatura, además de abrir un montón de puertas, me enseñó que no soy un bicho raro como creía cuando era joven (más joven). Por ejemplo: Hago Kick Boxing y les sorprendería saber la cantidad de escritores e intelectuales que estaban interesados y que practicaban artes marciales. Atrás de un libro siempre hay un autor, la cuestión es encontrar autores que nos entiendan (o que nosotros seamos capaces de entenderlos a ellos). A la larga, leer un libro es una larga conversación con otro que vive entre la letras y muchas veces ese "otro" somos nosotros mismos. 

Autobiografía como lectora: Mariana Manzanares
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            Lo maravilloso de la literatura consiste en la posibilidad de vivir otras mil vidas además de la propia. A veces, la realidad de la existencia diaria es demasiado cruel. Necesitamos escaparnos, aunque sea por un ratito, hacia otras vidas y otros mundos, llenarnos de fuerza y así regresar a la lucha de cada día. Esa ha sido mi motivación para leer desde pequeña. 
         Mi primer contacto con los libros se lo debo a mi papá. Todas las noches, creo que desde los tres años, solía ir a su habitación para que me leyera un fragmento de la Biblia de los niños y luego rezar las oraciones antes de dormir. Era el momento más esperado del día, no solo por compartirlo con mi papá, que trabajaba toda la jornada, sino también porque me apasionaban los relatos bíblicos. Me llamaba poderosamente la atención los dibujos e ilustraciones en las páginas. Quizás no sabía leer, pero, gracias a la expresividad de mi papá, sus gestos y el hecho de guiarme con las imágenes, podía transportarme a otro mundo.
Imagen relacionada            A los cuatro años, no recuerdo si por efecto de la estimulación de mis padres o por la señorita del pre jardín, aprendí a leer. El primer libro que pude descifrar fue un texto de bolsillo de la Biblioteca Billiken sobre el Antiguo Egipto. Decidí abrirlo porque en la tapa había una figura extraña y muy hermosa: era la máscara funeraria del sarcófago del rey Tutankamón. En un primer momento, hojeé las páginas para buscar más fotos. Y me quedé fascinada con lo que encontré. Por eso, me empeñé en su lectura. Quería saber de qué se trataba. Pude terminarlo sin ayuda externa. A partir de entonces, comenzó una intensa pasión, que continúa hasta el día de hoy, por el Antiguo Egipto, a tal punto que soñaba con ser egiptóloga (y cada tanto ese sueño renace). Cuando mis padres se dieron cuenta de mis gustos exóticos, empezaron a comprarme libros sobre los antiguos egipcios. También, en ese momento se puso de moda la Enciclopedia Encarta. Ante la falta de Internet, la Enciclopedia compensaba. 
Resultado de imagen para las cronicas de narnia   Además de mis lecturas sobre el Antiguo Egipto, como en la escuela primaria teníamos una pequeña, pero muy valiosa biblioteca y las maestras nos daban listados de libros para leer en casa, cada tres semanas me llevaba alguna obra. Creo que leí todo lo disponible. Los autores que me marcaron en esos años fueron Louisa May Alcott, fray Contardo Miglioransa y C.S. Lewis. Todos los años el colegio organizaba una feria del libro, en la que los alumnos participábamos con actividades artísticas relacionadas con los textos que se vendían. Recuerdo que representé a la Bruja Blanca en una obra de teatro inspirada en El león, la Bruja y el Ropero de las Crónicas de Narnia (mi saga preferida hasta el día de hoy).
            A parte de las lecturas fomentadas por las docentes, mi mamá me compraba las colecciones que adaptaban los mitos greco-latinos para niños. Cuando se me pasó un poco la fascinación egipcia, mi mamá consiguió despertar el amor por los griegos y su literatura-que hoy tengo el privilegio leer en su lengua original-. No es que los latinos no me gustaran. Simplemente sentía mayor inclinación por los aqueos.
Imagen relacionada        Al comenzar el secundario, me hice muy amiga de una compañera con la que compartíamos nuestro gusto por la literatura fantástica y maravillosa. Leímos juntas El Señor de los Anillos y toda la obra de J.R.R. Tolkien. Durante esos años, continué frecuentando la lectura gracias a mi tía, que era la bibliotecaria. Ella conocía mis gustos y sabía qué recomendarme cuando me dirigía a la biblioteca. Siempre que había alguna ocasión me regalaba algún libro o le recomendaba a mi mamá qué podía comprarme. Me gustaba mucho las hagiografías de Louis de Wohl, las novelas históricas y las novelas realistas. Descubrí a mi autor preferido, el argentino Hugo Wast, gracias a que las profesoras de literatura nos daban listados de obras opcionales para leer y compartir en café literarios que hacíamos cada tanto. Mi novela preferida es Valle Negro. 
Resultado de imagen para las aventuras del capitan alatristeResultado de imagen para valle negro              En la universidad, de más está decir, he leído muchísimo. Descubrí autores que conocía de oídas y otros que jamás había escuchado. Amplié mi campo de lectura hacia el teatro y, fundamentalmente, la poesía. Mis textos preferidos son de origen y temática medievales, del Siglo de Oro español y griegos clásicos. Me volví aficionada a las novelas históricas ambientadas en estas épocas y a la lírica española que se desarrolló por esos tiempos. Creo que ello se debe a que, si bien no podemos idealizar dichas épocas, me siento muy identificada con algunos valores que se defendían y que hoy por hoy ya no existen o son obnubilados por la leyenda negra. Sea lo que fuere, este es solo el comienzo de un largo camino que aun me queda por recorrer. 
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           Autobiografía como lector: Verónica Morales

En mi caso en particular, mis padres leían mucho cuando eran jóvenes. Por ejemplo, la familia de mi padre se juntaban los domingo a leer cada uno sus libros favoritos hasta que mi padre se puso de novio era religión que mi tía y mis abuelos leyeran en casa. Por el lado de mi madre, mi abuela fue quien me crió ya que mis padres trabajaban y todas las noches que yo me quedaba a dormir me leía libros de aventuras, de detectives, de princesas. Me acuerdo de un libro que me regalaron que era El Jorobado de Notre Dame en versión con sonidos para activarlos cuando en la lectura te lo pedía. Lo amaba. 
Unas de las historias que siempre amé fue La Sirenita. Por otro lado tenía un libro que tenía prácticamente cien cuentos o más y que yo ya los había leído miles de veces o hasta mi abuela.

Cuando crecí dejé de leer hasta entrada en la pubertad que, por cuestiones de ortografía, mi padre me obligó a leer. Leí su libro favorito, digo su libro porque a mí en ese momento me aburría ya que no era de los libros de aventuras que a mi me atrajo o quizás porque no lo entendí en ese momento Los Viajes de Gullivert. Después comencé a leer libros al estilo de best seller como La Saga de Crepúsculo; El Señor de los Anillos; Las Crónicas de Narnia que dejé de leer porque no me gustó como escribía el autor. más adelante, en la adolescencia, leí libros un poco más clásicos como Ágatha Crhistie ya que a mi abuela paterna le encantaba tenía acceso a ellos. Entrevista con el Vampiro fue uno de los libros que más me gustó. 
En la escuela leía pero lamentablemente no recuerdo qué he leido en toda mi historia académica hasta que entré en la facultad. 

Antes de entrar en la facultad realicé un curso de escritura creativa lo que me llevó a leer otro tipo de literatura, microrrelatos. Soy una aficionada de ellos. Tengo varios libros y me gusta la manera en que se escriben.  
En la facultad he leído muchísimos libros de los cuales han abierto mi apertura mental sobre todo de gustos. Tal es el punto que a mí no me gustaba leer poesía y ahora, después de años y gracias a Lorca, Blaudelaire, entre otros, ha logrado que le encuentre el gusto. 

Creo que mi historia de lectura le faltan varias páginas que completar ya que siento que hay cosas que he leído y no recuerdo. Por otro lado, siempre ahorré para comprarme un libro y ahora, ya un poco más grande, puedo decir que tengo gran material de libros (impresos) en mi biblioteca que ya llevan cuatro estantes llenos de libros. De a poco, los que tengo en fotocopias los voy comprando, sobre todo los que más me han gustado. Por último quiero recalcar que esta actividad hace que uno busque en su biblioteca mental todo lo que ha leído en este caso.  
            
            


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